Los perros ladran

Y ahí estabas tú, hablándome sobre el sonido que hacen los perros. «Los perros ladran», decías. Y ahí estaba yo, mirándote sin comprender a dónde querías llegar. Entonces me hablabas sobre las diferentes acepciones que tenía aquella frase y de como algo tan obvio podía ser tan complejo.

«Me gustan tus gafas», pensaba mientras hacías piruetas con aquellas tres palabras que llevabas tatuadas en la piel. Y, mientras divagabas y hablabas de libros que yo no conocía, me entretuve intentando mirar más allá de tus cristales progresivos y de tu excéntrico lenguaje para averiguar que se escondería detrás de aquella fachada.

Pero al final decidiste concluir tu discurso diciendo que, al fin y al cabo, «Los perros ladran» es solo una cita de Cervantes; «Si los perros ladran, es señal de que avanzamos».


XV

No confíes. Ciérrate.
Calla eso que late,
que no estorbe.
No te erices, no te dejes.

No te rindas al deseo,
no te dejes llevar.
Esconde ese vacío
y llénalo de nada.

Anda y no pises,
no dejes huella.
Cambia el camino,
cambia la meta.

Deja al sol ponerse,
que descanse.
Ya volverá a salir;
cuando pueda.

Guarda la sonrisa,
tira la llave
y búscala.
No tengas prisa.